lunes, 23 de noviembre de 2009

INSEGURIDAD

“En la Argentina yo tengo la sensación de que la derecha se ha adueñado del sentido común. Pensamientos que hasta no hace mucho eran vergonzantes se explican ahora públicamente incluso con orgullo. Los medios saludan las opiniones de la derecha, las auspician, las festejan, y ahora la farándula las firma con su prestigio”
Alejandro Dolina

Nada nuevo. El discurso que los medios legitiman y que se impone como sentido común se refiere a que el mayor problema del país, o el más grave, es la inseguridad. En las últimas semanas, se produjo además un desfile de enunciados más que esperados de la boca de los que salieron. La farándula, es sus espacios de mayor convocatoria, habló de política, se preguntó si estaba mal ser rico y odió el odio de los que si lo creen. La farándula habla siempre desde su lugar de ciudadana, porque sólo desde allí puede ser igual a cualquiera, incluso a su audiencia, aunque ésta no cuente con sus mismos privilegios.

Partamos de que no hay palabras inocentes. Cada locución puede revertir diferentes sentidos, inclusos antagónicos entre sí, que dependen de la manera en que quienes la emiten y quienes la reciben vayan a tomarla.

Entonces, Farándula y Medios, son dos actores que refuerzan un sentido único de la palabra inseguridad que hace referencia a los robos, delitos, crímenes que se producen diariamente. Así se deja de lado otro sentido que se podría darle a la inseguridad, entendida desde quienes sufren, la exclusión social, la pobreza, el desempleo o la inestabilidad laboral, el hambre. Evidentemente esta última forma de expresar la inseguridad, no tiene gran reconocimiento.

Miremos, por ejemplo, el alcance de esta diferenciación en la frase el pibe chorro, que aparece tan a menudo en los medios y en la boca de los que integran el carnaval televisivo. ¿Acaso no incorporamos inconcientemente, o no, ésta distinción? ¿No la hacemos carne, cuidándonos de estos pibes, que “son muy diferentes a nosotros, porque ya no tienen arreglo”? ¿Intentamos que la situación cambie o sólo deseamos estar lejos de ellos, o que ellos estén lejos de nosotros?

Pibes chorros, negros, villeros. En el vocabulario cotidiano, designan a ladrones. Pero no a todos. El ladrón de guante blanco, no parece ser tan malo como los otros, no es al que hay que matar o encerrar en la cárcel, aunque tenga quince años.

Es cierto que sentimos la inseguridad. Se inscribe en nuestros cuerpos: caminamos con miedo por ciertas calles, tomamos con fuerza nuestras carteras, repartimos el dinero en distintos bolsillos, no mostramos cosas de valor en ciertas zonas. Elaboramos estrategias ante la incertidumbre que causan esas calles desoladas en las que todo parece amenazarnos.

Pero también es cierto que lo que se pone en juego en el discurso mediático farandulero, luego es reapropiado por sus consumidores. Se generan así discursos legítimos e ilegítimos. Los legítimos afirman que la problemática de la inseguridad se reduce a los delitos que se difunden diariamente por los medios de comunicación. Los ilegítimos, intentamos desnaturalizar estas obviedades que desde el sentido común parecen simplemente ser así. Intentamos demostrar que este problema abarca mucho más de lo que se muestra.

Las calles parecen peligrosas porque estos pibes chorros andan sueltos, al acecho. Pero los medios, olvidan reflejar el gran riesgo que la insuficiente infraestructura y la irresponsabilidad de algunos, genera tras el volante.

¿Sabrá la farándula que la inestabilidad económica y laboral y la incertidumbre en cuanto al futuro, también inscriben miedo en nuestros cuerpos?

Finalmente, esta clase estigmatizada que parece culpable en su totalidad, y de la cual “no se salva ninguno”, también es víctima de la inseguridad: el hambre, la exclusión y la pobreza, reflejan el lado oculto de este flagelo que nadie considera.
Por Florencia Dominguez y María Emilia Sacchini